El rebelde pero también delicado arte de amamantar
Por Mónica C. Orozco Ontiveros/ Líder de la Liga de La Leche Nogales, Sonora
No se requiere gran cosa más que tomar al bebé en brazos y pegarlo al pecho, ¿verdad?
Pues… ¡no! Al parecer se necesita mucho más que la disposición ya que con sólo eso, y sin lo demás o a medias, la cosa no fluye tan fácil.
¿Por qué nos cuesta tanto encargarnos de nuestra decisión de amamantar?
Lo primero que se nos viene a la mente es que vivimos en una sociedad que estigmatiza y entorpece la lactancia con creencias y mitos sin fundamentos; que una madre decidida necesita de un círculo que la proteja, no que la vulnere…
Pero a veces esto no viene de fuera. También está dentro de nosotras mismas porque, muy en el fondo, posiblemente, muchas crecimos aprendiendo a ceder, a dar la razón sin cuestionar, a creer a ciegas al grado de olvidarnos que contamos con un amuleto muy valioso y mágico llamado instinto.
Las ideas de que un título, el trabajo y el éxito, no son compatibles ni van de la mano con una lactancia exclusiva, son prejuicios que también se vienen arrastrando.
Y es que la lactancia implica entrega, humildad y reconocimiento del cuerpo y de nuestras necesidades.
Con mi primera hija me di cuenta de que, a pesar de mi corta edad y nulo conocimiento sobre el tema, tuve la fortuna de que absolutamente nadie se metió en mi decisión de amamantar. Es más, no llegó siquiera a ser un tema de relevancia ya que, como no salía a trabajar y dejé que todo fluyera en casita, nunca me enteré siquiera de los famosos brotes de crecimientos de los cuales hoy noto que se sufre tanto.
Se sufre porque, a veces, al mirar tanto el reloj y el exterior, en lugar de observar nuestro interior y enfocarnos en sentir el momento, nos sugestionamos de tal manera que nos esclavizamos al grado de pensar ¿hasta cuándo va a terminar esto? o ¡no tiene fin!¨
De alguna manera, todo lo que se siente como el cuerpo, el tiempo a solas, los intereses y los planes de vida, cambian. TODO esto cambia y los cambios atemorizan, ¡los cambios sacuden!
Así que no, no solo es abrazar al bebé y darle pecho…
Es sumergirte y fusionarte en una misma relación que comenzó desde la gestación y que en el posparto se convierte en un mundo desconocido; un universo de hormonas danzantes. El temor, la incertidumbre y, en algunos casos, la inconformidad gobierna el cuerpo materno y choca todo entre sí.
Es reconocer nuestra naturaleza mamífera.
Se requiere una valentía enorme para decidir amamantar como para decidir no hacerlo. En cualquiera de los casos hay mucho poder y agallas de por medio, aunque aparentemente sean vistas como tribales estas decisiones.
Amamantar es un acto de revolución pacífica porque, sin notarse, se hace un enfrentamiento sutil a todos los prejuicios, mitos, intereses económicos y un montón de ideologías y creencias.