Información perteneciente a la revista NUEVO COMIENZO, Vol. 19 Numero 1 Año 2007
El dolor en el pezón y la falta de leche (real o sentida) son, sin duda, las razones que las madres invocan con más frecuencia para terminar la lactancia. Sin embargo, “en sociedades tradicionales donde las mujeres viven en condiciones de higiene defectuosas, están mal alimentadas y con alguna frecuencia enfermas; donde realizan tareas físicas extenuantes y en donde se encuentra la mayor cantidad de bebés nacidos con bajo peso, las madres siempre tienen leche. Por ejemplo, en el trabajo colectivo de la OMS sobre lactancia materna1 se encontró que de un total de 3.898 madres estudiadas en Nigeria y Zaire ninguna tuvo dificultad para secretar leche suficiente para su bebé”2.
Tal parece que la producción insuficiente de leche está reservada a los países industrializados y a grupos socioeconómicos favorecidos de las zonas urbanas de los países en desarrollo…
¿Cómo explicarlo? Se podrían aducir razones que invocan “las condiciones de vida moderna”, el estrés de la vida urbana, el trabajo de la mujer…
De hecho se sabe que aparte de un pequeño número de causas puramente fisiológicas, las razones más frecuentes están relacionadas con la falta de información sobre la lactancia al seno, el desconocimiento de sus mecanismos, la falta de confianza en la propia capacidad de amamantar y la falta de apoyo para superar las dificultades que se pueden presentar al comienzo.
Cuando hay una causa fisiológica
La experiencia clínica que nos refiere a los países industrializados muestra que la insuficiencia de leche debida a causas puramente fisiológicas no representa más del 5% de los casos. Las observaciones realizadas en sociedades tradicionales muestran cifras todavía más bajas.
¿A quienes incluyen esos bajos porcentajes? En primer lugar, a mujeres cuya glándula mamaria se desarrolló mal en su vida embrionaria (agenesia) o durante la pubertad (hipoplasia). Una anomalía de este tipo se puede suponer cuando los senos son de por sí pequeños y no cambian de tamaño durante el embarazo, lo cual es rarísimo y, además, es con frecuencia unilateral.
En segundo lugar, y también muy poco frecuente, a mujeres que tienen un problema hormonal importante (problema en el eje hipotálamo-hipófisis) y que en general se conoce antes del embarazo ya que conlleva otros problemas endocrinos.
No se debe olvidar a las mujeres que han tenido una cirugía del seno. Más que la cirugía de aumento del seno, la de reducción puede tener consecuencias sobre la lactancia. Entre más importante sea la masa retirada, es más posible que la glándula mamaria sea lesionada, ya que es casi inevitable que los canales lactíferos hayan sido seccionados. Y si el pezón ha sido desplazado y reposicionado, serán todos los nervios y los canales lactíferos los que han sido cortados3.
En estas circunstancias es imposible predecir el desarrollo de la lactancia. No obstante, muchas mamás tienen éxito pues con frecuencia los canales lactíferos se recanalizan con el tiempo. En otros casos, las madres ven la necesidad de dar complementos a su bebé. El tiempo lo dice mejor.
Otras posibles causas de falta de leche incluyen la fatiga extrema, el estrés, un duelo o una depresión severa. También una hemorragia copiosa y grave al comienzo de la lactancia o una enfermedad crónica de la madre como hipotiroidismo no tratado, diabetes no equilibrada o anemia severa. El diagnóstico adecuado y oportuno, así como el tratamiento apropiado permiten que madre y bebé continúen con su relación de lactancia.
Ante una enfermedad aguda que conlleve fiebre alta es posible que la madre no ingiera suficiente líquido, lo cual puede conducir a una baja momentánea de leche, que se puede recuperar. Una alimentación con muchas carencias tanto en cantidad como en calidad, podría ser causa de una baja producción de leche. Sin embargo, en este caso un número más grande de lactadas, como todavía lo hacen algunas tribus del África, puede propiciar una lactancia satisfactoria para el bebé. Trabajos efectuados en Gambia en la década de los ochenta mostraron que el volumen total de leche excretado por madres en ese país era la misma que la de madres bien nutridas en Cambridge, Inglaterra4.
La deshidratación5, la retención placentaria debido a la persistencia de las hormonas del embarazo y la toma de algunos medicamentos, son también causa de poca producción de leche.
Cuando la causa está en el manejo de la lactancia
En la inmensa mayoría de los casos, la causa real de falta de leche no es fisiológica sino que apunta a una incomprensión de la base misma de la lactancia: la ley de la oferta y la demanda, que hace que entre más succione el bebé, más leche produzca la madre; y por el contrario, entre menos succiona el bebé, la madre tiene a su disposición menos leche.
Cuando una madre siente poca leche al comienzo de su lactancia, con frecuencia nos encontramos con que ha seguido consejos equivocados que ha recibido: puesta al seno tardía y no al nacer, separación del bebé durante la noche, limitación del número de lactadas, limitación de la duración de las lactadas, horarios estrictos para las lactadas del bebé, ofrecer un solo seno al bebé en cada comida durante las primeras semanas.
En la mayor parte de los casos, basta con dejar que el bebé lacte sin restricciones, cada vez que quiera para ver que la leche aumente muy rápidamente. Si el bebé es muy dormilón y no pide comer con frecuencia, es conveniente despertarlo para que lacte.
Desafortunadamente, es frecuente cuando el bebé pierde mucho peso al nacer, no recupera su peso con prontitud o no sube “bien” de peso, que su madre escuche: “Usted no tiene suficiente leche, es necesario dar complementos”. Complementos que, además de todos los efectos que pueden causar como confusión de succión, dolores en los pezones, riesgos de alergias y perturbación de la flora intestinal en el bebé, va a acentuar la escasa producción de leche. El bebé saturado con los complementos, va a lactar menos; y al lactar menos, estimula menos la glándula. Habrá menos leche y la madre entra en un círculo vicioso que se vuelve infernal. El bebé empieza a frustrarse cuando se prende al seno, empieza a reclamar complementos cada vez en mayor cantidad, e inclusive llega a rechazar el seno.
De esta manera muchos bebés son destetados al cabo de quince o veinte días sin que la madre comprenda qué está sucediendo…
Cuando hay problemas de succión
Por definición, la lactancia es una relación de dos personas, y por ello, los problemas también pueden provenir del bebé. Si él lacta poco y/o mal, no estimula adecuadamente los senos ni las terminaciones nerviosas de la areola. En esa situación, el mensaje para producir leche no llega en forma adecuada al cerebro de su madre, lo que puede llevar a una producción insuficiente de leche.
Estos problemas de succión pueden estar presentes desde el nacimiento: bebé somnoliento, letárgico, hipotónico y, tal vez, anestesia suministrada a la madre durante el trabajo de parto. También un bebé hipertónico, prematuro o con retardo de crecimiento intrauterino, con anomalías genéticas como trisomía, con alguna enfermedad neuromuscular o patología de la boca6, presenta problemas de succión.
Los problemas del bebé pueden aparecer también en caso de ictericia severa que, al igual que la fototerapia hace que le bebé esté somnoliento, o cuando hay moniliasis que hace muy dolorosa la lactada.
La mayor parte de los casos, desafortunadamente, se deben a un manejo inapropiado de la lactancia. Especialmente por el suministro de biberones de complemento, que en la mayor parte de los bebés conlleva una confusión de succión, pues la forma de tomar el biberón y la manera como el bebé toma el pezón son completamente diferentes. Esos bebés, especialmente si no saben lactar bien al comienzo, no sabrán hacerlo después de tomar biberón.
Los protectores del pezón (mamilas) presentan el mismo riesgo de confusión de succión. Además, la boca del bebé no entra en contacto directo con la areola y las terminaciones nerviosas se estimulan de manera deficiente. Por ello, el mensaje enviado al cerebro materno es más débil y la cantidad de leche producida baja y llega a ser insuficiente muy rápidamente. Un estudio inglés mostró que la disminución puede estar entre el 20 y el 60% según el modelo de mamila.
Alertas falsas
Para terminar, la causa más frecuente: los casos en los cuales la madre y su grupo familiar creen a pie juntillas en la poca producción de leche durante la lactancia, como situación común a la mayoría de las madres. Es imposible tener cifras, pero basta con escuchar sus relatos para saber que son relativamente numerosas.
Está, en primer lugar, el bebé que “reclama” mucho a su madre, que desearía estar todo el día al seno, que duerme poco… Es posible que la situación resida en una técnica de lactancia que es necesario revisar, o que se trate de un bebé de necesidades intensas o de un bebé que tiene una necesidad de succión particularmente desarrollada. Desafortunadamente estas situaciones son interpretadas con frecuencia como un signo de que el bebé muere de hambre y que es necesario darle biberones…
Muchas madres, por otra parte, creen que ellas no tienen más leche cuando la lactancia está bien establecida y de pronto sienten sus senos menos “llenos” y menos voluminosos; a ello se añade que dejan de gotear cuando lo ha hecho… ¡Lo que es un buen signo de adaptación y de mayor comodidad, se interpreta como una disminución en la producción de leche!
Finalmente, a medida que los bebés crecen muestran periodos de gran crecimiento durante los cuales tienen una gran necesidad de alimentarse. La solución: amamantarlo con más frecuencia, cada vez que lo deseen, sin creer que no hay suficiente leche, ni que el bebé se va a malacostumbrar o a “malcriar” pretendiendo quedarse para siempre prendido del seno.
En conclusión
De todo lo anterior es posible concluir que es extraño no poder remediar una insuficiencia de la producción de leche, aún cuando la causa sea fisiológica. Es importante poder hacer un diagnóstico acertado, aportar las soluciones que se adapten a cada situación para permitir que esa mamá y su bebé retomen el disfrute y goce de su lactancia, y no dejarse enceguecer al punto de no buscar ayuda para encontrar un posible problema más serio.
Con frecuencia vemos bebés que no ganan peso de manera satisfactoria, y la culpa se echa a la falta de leche o a su supuesta poca calidad, para darse cuenta en poco tiempo, cuando un destete apresurado es difícil echar atrás, que la causa era una infección urinaria…