La historia de mi maternidad.-
Por Mónica Ramírez Callo (Mamá de Marina Paz)
Ganadora del primer lugar de la convocatoria del 10 de mayo 2020: «Historia de mi maternidad»
Solía creer que no podría tener hijos. Marina, mi hija, tardó 5 años en llegar con nosotros. Ya ni siquiera lo creía posible. Cuando mi esposo me dijo justo hace un año, en mayo 2019, que él creía que estaba embarazada y que debería hacerme una prueba
hasta me daba risa. Unos días después empecé a sentir un poco de náusea, entonces me hice la prueba. El positivo llegó con histeria de mi parte, entre que reía y lloraba y no lo podía creer.
El embarazo fue una experiencia muy difícil para mí, vomité y sentí náuseas por meses. Me recuerdo a mí misma sentada en el piso del baño del trabajo llorando porque ya había vomitado varias veces ese día y me sentía muy mal. Tuve dificultad en
encontrar un doctor con el que yo me sintiera a gusto, la verdad es que la encontré hasta la semana 37 y pienso que por eso le batallé mucho durante el embarazo.
Mi embarazo no fue como lo creía, mi panza nunca creció mucho, un mes antes de que Marina naciera la gente empezó a notarlo, y realmente hubo quién no se enteró hasta que ya nació la bebé, también tardé en sentir sus movimientos. Mi apetito era inexistente cuando no tenía náuseas y no tuve ningún antojo durante los nueve meses. Subí sólo 6kilos. Yo creo que de todas las semanas que estuve embrazada realmente disfruté pocas, pero esas pocas fueron mágicas. Tengo recuerdos maravillosos de este tiempo, el primero, un fin de semana que me fui con mis amigas a Comala. Me encanta acostarme en la hamaca a leer mientras escuchaba a mis amigas tomar vino y reír. Fui realmente feliz nadando en los ríos de Colima, con el agua tan fresca y cristalina. Marina se movía y yo me movía a su ritmo: el ritmo del agua.
Tuve también la oportunidad de ir a la playa en diciembre, cuando tenía poco más de 7 meses, me encantaba estar en el mar y sentir a mi bebé moverse. Era como si las dos nos moviéramos al mismo ritmo: el ritmo del agua. Las cosas se empezaron a poner un poco complicadas a inicios de enero, yo me empecé a sentir muy cansada, empecé a sentir mucho malestar en mi estómago y una comezón indescriptible. fFe cuando una muy buena amiga me recomendó a la doctora que terminó siendo mi salvadora. El diagnóstico: coléstasis interhepática, ya muy avanzada, tanto que la doctora me hablaba cada rato para preguntarme si se seguía moviendo mi bebé, que poco a poco se dejaba de mover como solía hacerlo. Una consulta de emergencia: Marina sin líquido, Marina sin movimiento, bebé en mucho estrés. 37 semanas 6 días a las 4:56 escuché llorar a mi hija por primera vez, un 30 de enero. El mismo cumpleaños que mi amada abuela María de la Paz. Que sea entonces el nombre de la niña Marina Paz.
El nacimiento de Marina fue muy duro para mí, una césarea de emergencia, lo último que estaba esperando, ni las clases, ni las sesiones de hipnoparto, ni la pelota de pilates, nada tuve que utilizar, mi bebé nació casi a las 5pm y yo no la tuve en mis brazos hasta las 8am. Más de doce horas lejos la una de la otra. Cuando me la volvieron a poner en mis brazos era irreconocible para mí. Algo estaba roto. No sentí ese apego inmediato, no me la puse al pecho, ella tampoco me buscó. Mi esposo me dice que nunca me había visto tan infeliz y nunca lo estuve. Unas horas más tarde llegó quién en muchos sentidos me ayudaría a reparar el lazo roto con mi bebé: Liz, mi apoyo en la lactancia. Ya me habían sentenciado: 1oz de fórmula cada 3 horas, pero yo ya me había quedado sin mi experiencia de parir, no me iban a quitar la lactancia.
El inicio de la lactancia fue muy difícil, mucho dolor y llagas, pero a los 4 días de haber nacido Marina ya no tomaba fórmula y ahora llevamos tres meses siendo LME y honestamente, no creo que se acabe pronto. Dar el pecho fue el bálsamo que nos curó
a las dos. Dar el pecho nos hizo olvidar el tiempo separadas, ha calmado mis llantos y los suyos. Mis ansiedades y las suyas. Marina está en Paz, cuando está en mi regazo, yo estoy en paz cuando la tengo tan cerquita. Las noches no son tan difíciles y los
llantos no duran mucho.
Yo le tenía mucho miedo a la maternidad por todo lo que escuchaba, que no duermes, que es muy duro, que te pierdes a tí misma. La verdad es que no es tan así, o no lo ha sido para mí. De hecho la maternidad ha sido sorprendentemente divertida. La sonrisa de Marina es contagiosa y siempre hace cosas que nos hacen reír y ser felices. La vida ahora es muy dulce, y tiene una cadencia que me recuerda lo que experimenté cuando estaba embarazada: al ritmo del agua.
Marina y el mar, Marina y la voz, Marina viéndome con sus ojos llenos de sabiduría.
¿Qué le voy a enseñar yo a Marina, si ella vino a enseñármelo todo?
Mónica…