Los preciosos lazos.- Por Aleida Guevara (Xilo)
¿Qué es la enfermedad? ¿Cómo se traduce, se explica y se experimenta? ¿Quién nos puede ayudar y cómo pasar este trance?
Te compartimos un testimonio hermoso de una mamá que ha pasado por un experiencia que la marcó para siempre y que gracias a sus redes de apoyo, logró transitar la enfermedad, cobijada y contenida.
Mi tercer embarazo le trajo nuevos bríos a mi vida. Las dificultades que había enfrentado durante el parto, puerperio y lactancia con mis hijos mayores me motivaron a la búsqueda de información para lograr una experiencia que, muy instintivamente sentía, podía ser distinta a lo que había vivido.
La información me resultó valiosísima y pronto me encontré más segura y confiada para tomar decisiones y para hacerle frente a las circunstancias que se presentaban. Esta información y la ayuda venía de otras mujeres que hablaban desde su corazón, desde sus vivencias, lo que nos llevó, además, a formar lazos que, en muchas ocasiones, no solo ante el dolor o el cansancio, se volvieron un sostén sobre el que descansaban mi lactancia y mi postparto.
En ese entonces, estos preciosos lazos de apoyo y guía, fueron luz iluminando mi sendero en la maternidad. Pero aún no imaginaba el impacto que tendrían en mi vida.
Alrededor de los cuatro meses de edad mi hija empezó a tener síntomas que indicaban un problema en su vejiga, un mes después, un nódulo en mi tiroides y un diagnóstico precipitado, dieron el golpe certero a mi estabilidad emocional y que resentía aún más ante mi condición de mamá con lactancia exclusiva de una pequeña, además, con alergia alimentaria.
Aquellos meses fueron intensos, entre exámenes médicos, búsqueda de especialistas, tratamientos en ambas, pronósticos poco alentadores, las tareas incesantes de una madre con dos hijos en edad escolar y lo extenuante de tener a una bebé menor de un año constantemente enferma. A la distancia, me es difícil entender de dónde vino la fuerza para mantenerme en pie.
El apoyo incondicional de mi pareja me ayudó, sobre todo, a transitar el miedo: por la salud de nuestra hija, por la mía, por el temor, incluso, de tener que alimentarla por otro medio en caso de que mi salud no me permitiera amamantarla.
Tampoco aquellas mujeres y aquellos lazos me abandonaron en ningún momento. Aún, cuando quise esconder mis miedos y mi lucha diaria, aun cuando la distancia nos impedía abrazarnos siempre estuvieron al alcance de un mensaje o una llamada para ofrecer una palabra de aliento. Le dieron alegría a mis momentos duros con actividades, con caminatas, con baile y con esperanza. Tal vez, incluso ahora, ellas no dimensionen la importancia de su cercanía en ese momento de mi vida, porque su sola presencia suavizó los momentos más ásperos. Espero con el corazón, que algún día, todas las mujeres y en cualquier circunstancia, tengamos a nuestro lado a otras mujeres con quienes tejer estos invaluables lazos.
Afortunadamente la salud volvió a nuestro hogar en algún tiempo y hoy, mi hija de cuatro años y yo, gozamos de una hermosa salud cobijada por una lactancia que continúa. Hoy, a todas esas mujeres, con quien me une, no un lazo, sino un colorido trapo iluminado por el sol, les digo ¡Gracias por sostenerme! Por ser la semilla de sororidad puesta en tierra fértil para cambiar el mundo. Por ser mi tribu.
Aleida Guevara (Xilo).- Líder de la Liga de La Leche de México