Mi Maternidad
Por Monserrat Reyes Villarreal
Ganadora del tercer lugar de la convocatoria del 10 de mayo 2020: “Historia de mi maternidad”
Pocas veces me he cuestionado sobre cómo empezó mi maternidad o cuándo empecé a sentirme mamá. Recuerdo que habíamos decidido embarazarnos a mediados de 2018, y así fue. Como cada año, tenía programada la cita para el Papanicolaou, le comenté a la ginecóloga que queríamos intentar y nos dijo que estaba muy bien para que a partir de ese momento empezáramos a consumir ácido fólico. Una semana después, me entregó los resultados del estudio y fueron satisfactorios, ¡ya teníamos luz verde! Después de consumir ácido fólico durante dos meses, decidimos intentar; pasaron dos semanas y decidí hacerme la primera prueba casera, pues tenía unos días de retraso, fue negativa. Pero no me desanimé, al contrario, no le creía al resultado, así que decidí hacer dos pruebas más las cuales corroboraron mi inquietud… ¡estábamos embarazados!
Puedo decir que en ese momento empezó mi maternidad: durante el transcurso del día, contacté a la ginecóloga y le comenté sobre el resultado; al día siguiente me realizó un ultrasonido y no se veía nada más que el endometrio inflamado, nos citó tres semanas después. Durante ese tiempo, entre una cita y otra, yo me sentía diferente, sabía que mi bebé estaba ahí, creciendo dentro de mí, y poco a poco empezaba a tener más hambre y sueño, fueron los síntomas que prevalecieron durante toda la gestación. En el segundo ultrasonido corroboramos el embarazo, mi bebé medía 1.02 cm y su corazoncito a 153 lpm. Era algo inexplicable, ver en la pantalla lo que en mi vientre crecía y me hacía sentir diferente, una mezcla de emociones muy bonitas y confusas a la vez.
Damián me dió un embarazo perfecto, sin malestares: se acomodó en el tercer trimestre y todo marchaba bien para intentar un parto vaginal. Al llegar a las 39 semanas, la ginecóloga nos comentó que se estaba quedando sin espacio y sin líquido por lo que las contracciones no debían de tardar, y si no sucedían, habría que inducir el parto y de no haber cambios, recurrir a la cesárea que tanto temía y obviamente no quería. Y efectivamente pasó, Damián nació por cesárea a las 40 semanas y 3 días, fue un bebé muy sano y no tuvo complicaciones, pero en cambio yo, sufrí mucho. Mi recuperación fue lenta y dolorosa, y aunque físicamente mi cuerpo reaccionaba bien a los medicamentos y la cicatrización fue buena, emocionalmente estaba destrozada, no me sentía mamá porque mi cuerpo no respondió como me hubiera gustado.
Mi pos parto fue un vaivén de emociones, veía a mi hijo y quería llorar, no me sentía su madre y por ende, no podía vincularme con él. Lo que nos ayudó a ambos definitivamente fue la lactancia, establecida unas horas después del nacimiento; al principio fue muy dolorosa, tuve grietas en ambos pezones por mal agarre y para aliviar el malestar usé pezoneras. Cuando Damián estaba a días de cumplir su primer mes, decidí buscar grupos de apoyo de lactancia y lo primero que encontré fue el grupo de la Liga de La Leche de mi estado. Inmediatamente contacté a la líder de mi zona y dos semanas después acudí a la primera reunión.
El haber estado con esas mamás, sus mamás, hijos e incluso con mujeres embarazadas, fue lo que me motivó aún más a seguir con la lactancia: dejé de usar las pezoneras y continúe asistiendo a las reuniones. Compartir mi maternidad con el grupo me ha ayudado mucho.
Al día de hoy, Damián y yo seguimos con lactancia materna, 13 meses después. Y la historia de mi maternidad, nuestra historia, se sigue escribiendo.