Mi paternidad a través de la lactancia: una experiencia maravillosa

Por Alejandro Aldana Moreno

 

 

Cuando me dijeron que mi hijo Atreyu llegó al mundo, no lo podía creer, yo me encontraba en la sala del hospital nervioso sin concentrarme en la lectura de mi libro que días antes me había funcionado como escaparate de la realidad. Tenía el ansia de saber de algún indicio, acontecimiento o noticia de mi hijo o de mi esposa; las horas pasaban con agonía, hasta que finalmente recibí la noticia. Me había convertido en papá. La sorpresa fue inminente, abracé a mi padre jovialmente y le avisé con la voz entrecortada de emoción a mi madre y sentía en mi interior un estupor intenso que fluía por mis venas y de mis ojos manaban
lágrimas de euforia.

La felicidad duró poco, porque a su vez que me dieron la maravillosa noticia de que nació, también me dijeron su contraparte; presentó dificultades respiratorias al nacer. La tristeza me invadió profundamente y sentía como llagas abiertas que rondaban en mi mente intoxicándola a manera de incertidumbre.

Mi hijo fue alimentado en un inicio a través de una sonda con las primeras gotas de vida que mi mujer se extraía con tanto esmero. No fue sino hasta el quinto día que mi mujer pudo darle pecho por primera vez. Salió muy emocionada y preocupada a la vez, el breve instante había sido asombroso. El oro líquido que mi bebé succionaba tiernamente, la canción que le cantábamos de «duerme duerme negrito”, los cuidados y medicamentos fueron determinantes para que mi hijo se recuperara.

Nosotros como pareja teníamos la firme convicción de amamantarlo con leche materna, pero durante los primeros días fue un poco complicado. Mi esposa le daba pecho, y también leche de fórmula, porque creíamos que no se llenaba o que producía poca leche; los médicos y pediatras nos habían dicho muy poca información de cómo alimentar a nuestro bebé. Fue hasta que mi esposa se enteró del grupo de apoyo de La Liga de La Leche que supimos que toda mujer tenía la posibilidad de proveer una lactancia exitosa y prolongada. Nos hablaron de todas las ventajas y beneficios para la crianza de nuestro hijo.

Mi esposa siguió intentándolo, lo amamantaba durante horas a veces y muy seguido. Nuestro hijo poco a poco fue prefiriendo la leche materna. Fue hasta que se enfermó de gripe y tos, con la succión constante que pudimos sustituir la leche de fórmula; nuestro hijo suplicó constantemente leche y quería sentirnos cerca, protegido y querido, entonces nos acurrucamos y le regalamos el afecto que necesitaba y muy pronto sanó.

Para mi la lactancia, desde mi punto de vista como papá, ha sido una experiencia maravillosa. He sido testigo de los párpados cansados, el sufrimiento, las horas inciertas, los cánticos de ensueño, la paz interior, de los deditos prensados, las sonrisas risueñas, las caricias mutuas, del elixir líquido que alimenta su alma, del sonido sincronizado de sus corazones, pero sobre todo de los ojitos brillantes que agradecidos se cierran satisfechos, para despertar en un mañana pleno y esperanzador.

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