Mi paternidad: cambiar mi entorno- Por José Manuel Orozco
Cuando tu primer bebé está por llegar a este mundo, se adueña de todo: de tus ilusiones, de tus miedos, de tu tiempo, de tus sueños, de tus quincenas. Ir al curso propedéutico, asistir a un grupo de apoyo en la lactancia, sólo te hace soñar en voz
alta. Como hombres no tenemos una conexión tan profunda y latente con el bebé que está por nacer. Pasar de unas piernitas que te patean la espalda mientras duermes, desde el vientre materno, a sostener ese cuerpecito recién nacido en tus brazos, es
intercambiar sueños de querer y amar por necesidades de calor, alimento y seguridad.
Comulgar con tu pareja en las cuestiones de crianza es fundamental, pero tener la determinación por amamantar a un bebé no es sinónimo de saber cómo hacerlo. A Luis Eduardo no le faltó amor, es el primer nieto de mis suegros y también de mis padres. Un bebé muy esperado y cuidado. Tantos mimos debieron sentirse bien en el vientre de mamá, ya que esperó hasta la semana 42 para nacer. Un trabajo de parto de más de 24 horas no nos preparó para lo que el protocolo dictaba: nuestro bebé debía pasar
tiempo en la Unidad de Cuidados Intensivos. En el Hospital las cuentas, las visitas, la aseguradora y una esposa exhausta tras la labor de parto, sumaron a que no le diera tanta importancia al tiempo que nuestro bebé pasó en la UCI; ahora sabemos que ese
tiempo es crucial para establecer la lactancia. Una vez en casa, los momentos de ponerse creativo inventando cuentos sobre las estrellitas y los ositos en la chambrita de mi bebé, se convirtieron en una noche de desvelo escuchando al pobre llorar sin que su
sueño, que debía ser pura ternura, pudiera conciliarse por más de 10 minutos. No es tarea fácil derribar en un instante tus convicciones, pero decidir dar el primer biberón de fórmula para no poner en riesgo la integridad de tu bebé, es alivio momentáneo y una estocada grave para la lactancia materna.
Felicidad y preocupación, casi siempre van de la mano para un papá primerizo. La idea de querer que todo salga bien, pero con la preocupación de que tal vez estás haciendo todo mal. Bendita sea mi esposa que lo hizo bien y se puso en contacto con La Liga de La Leche; encontrar a alguien con respuestas a tus dudas y con la disposición de ayudarte, siempre será una bendición.
Fueron meses de empeño y duro trabajo donde madre, hijo y lactancia salieron victoriosos. Desafortunadamente los grupos de apoyo para la lactancia en mi ciudad no aceptaban la presencia de los padres; pero eso no impidió que el conocimiento fuera transmitido, mi esposa y yo platicamos de todo y solemos debatir las ideas. Saber que otras familias pasan por lo mismo que tú y que eso que tanto te preocupaba es normal, es un aliciente para no claudicar, y algo de lo que se aprende en los grupos de apoyo. Nos tocó sortear toda clase de obstáculos en la lactancia, a los pocos meses de estar estableciendo la lactancia exclusiva, mi suegro (que radicaba en otra ciudad) enfermó gravemente y mi esposa tuvo que ir a auxiliarle en el hospital durante algunas semanas. Aquí el banco de leche y la gigantesca fe de mi madre y mía, lograron sostener la lactancia.
Compensar el pasado es abrazar una ilusión en constante evaporación, las decisiones más duras en una familia se reblandecen cuando el corazón y mente de una pareja vislumbran la misma meta. Fue entonces cuando después de que mi suegro recobró su
salud, decidimos que mi esposa dejara de trabajar y se dedicara a reconstruir el bienestar de nuestro hijo, incluida, desde luego, la lactancia. Fueron casi 4 años de feliz lactancia. Ahora que me detengo a contemplar el presente, me enorgullece el esfuerzo
y sacrificios de esos años. Veo a mi hijo (ahora un adolescente de 14 años), como un ser humano súper despierto, independiente y lleno de vida.
Tal vez no asistí a un grupo de apoyo con mi bebé, pero desde hace 4 años me tocó retribuir un poco de todo lo que nos dió la Liga de La Leche. Mi esposa se acreditó como líder y abrió un espacio de apoyo en su ciudad de origen (a 3 horas de nuestra casa). Cada mes he estado presente en el grupo como apoyo tras bambalinas y escuchando a estas maravillosas personas que acuden (los padres son bienvenidos) buscando respuestas.
No puedo cambiar al mundo entero, pero puedo influir en mi entorno inmediato.