Alicia Clemens Booksh, Kenner, Lousiana USA.
Publicado en New Beginnings, Marzo – Abril, 1994, p. 36.
También publicado en Nuevo Comienzo, Octubre 1994, p. 2.

Es curioso cómo la maternidad cambia nuestro cuerpo, nuestras prioridades, creencias, temores y esperanzas, a medida que pasan los meses. Cuidar bebés puede volverse mucho más desgastante de lo que imaginamos cuando vemos nuestro vientre crecer, hacemos planes o decimos cosas como “Yo nunca…” o “Mi hijo nunca….” La realidad tiene su manera de borrar todas estas teorías. De eso me di cuenta, con furia, una mañana cuando leí una carta en el periódico, firmada por sonrojada.

Sonrojada escribía acerca de una pariente que la hizo sentirse incómoda al amamantar en público. Sonrojada explicaba que estaba comiendo en un restaurante de comida rápida cuando esta madre sacó su seno y se puso a amamantar a su bebé. Otros clientes estaban también horrorizados mientras Sonrojada guardaba la esperanza de que el administrador del establecimiento viniera a pedir a la madre que abandonara el lugar o suspendiera su espectáculo. Sonrojada se sintió humillada.

Admitió haber amamantado a su hijo pero solo en privado. Mencionó que siempre iba al cuarto de atrás a amamantar a su hijo. Y pedía al editor de la columna un comentario acerca de este dilema. La respuesta era que la madre en cuestión debería ser más discreta e indicaba varias maneras como se puede realizar la lactancia. La siguiente frase rezaba “Es mejor practicar la lactancia en privado”. El equipo del cuarto de atrás se anotaba otro punto. Y eso fue lo que me llevó a tomar cartas en el asunto.

Estoy amamantando exclusivamente a mi hijo Morgan de cuatro meses, de modo que estoy en medio de la tormenta que levanta el debate sobre la lactancia en público. Y entiendo el juego: mantener la lactancia fuera de la vista del público para tranquilidad de la madre, el niño, la familia y el público.

En mi ignorancia acerca del tema, convencí a mi marido de formar parte del equipo del cuarto de atrás. Leímos todos los libros y aprendimos todo lo que pudimos acerca de la lactancia, excepto lo que actualmente practico. Estábamos totalmente de acuerdo en que yo nunca amamantaría a nuestro hijo en ningún sitio diferente al cuarto de atrás.

Cerca de dos semanas de esfuerzo por amamantar a mi bebé a libre demanda me hicieron dudar de mi equipo. A medida que los días pasaban, me di cuenta que el equipo requería demasiada dedicación. Comenzaba a cuestionarme las reglas del juego cada vez que debía abandonar el salón y la conversación, y me imponía un ostracismo para que mi bebé pudiera comer.

Empecé a dudar cada vez que me embutía con mi bebé en un oloroso y caluroso baño, solo porque no nos debían ver en el restaurante. La ambivalencia continuó a medida que el sudor resbalaba sobre mi nariz y goteaba en la de Morgan mientras amamantábamos en el carro por en el centro comercial no existía “el cuarto de atrás”. Yo era una madre primípara que necesitaba me reafirmaran en la seguridad de que lo que yo estaba haciendo era lo mejor para mi bebé, pues el método del “cuarto de atrás” no me daba ninguna. Demasiadas cosas sucedían en los treinta o cuarenta y cinco minuto que yo me alejaba buscando privacía: La conversación continuaba sin mí, mi comida se enfriaba… Algunas veces mi bebé se alteraba insistentemente mientras yo buscaba un evasivo “cuarto de atrás”.

Una noche, de nuevo en el auto porque el baño del restaurante estaba ocupado, me di cuenta que yo me estaba infligiendo esta exigente norma de privacía sin ninguna razón. Si yo hubiera escogido alimentar artificialmente a mi hijo, seríamos bienvenidos en la sociedad. Pero debido a que escogí lo mejor para mi bebé estábamos sufriendo innecesariamente. Esa noche decidí aprender a amamantar discretamente en público aunque a la gente no le gustara.

Salí de mi encierro bien preparada, con blusas hechas para el amamantamiento y después de haber aprendido cómo lograr que Morgan se prendiera rápidamente. Aprendí a desabotonar la blusa apenas lo suficiente para no quedar expuesta y a llevar un paño de tela o una cobija para usar cuando el se está prendiendo o cambiando de lado. Aprendí que podía amamantarlo discretamente y que podíamos permanecer donde estuviéramos cuando él tuviera hambre. No teníamos que desterrarnos. Ambos podíamos estar cómodos y al mismo tiempo yo podía estar conversando o comiendo mi almuerzo todavía caliente. Adquirí más confianza en mis habilidades como mamá ya que yo podía satisfacer las necesidades de morgan inmediatamente y amamantarlo a demanda. Amamantar a Morgan tan pronto él tenía hambre, impedía que se intranquilizara y la gente comentaba de su calma y apariencia feliz.

Aún así, el público a menudo se mostraba incómodo e implacable tratando de devolverme al cuarto de atrás. La gente sonreía ante la madre y el bebé hasta que se daban cuenta de que estábamos amamantando. Después desaparecían tan rápido como podían.

Mi familia, a excepción de mi esposo, me daba poco apoyo. Mi suegra abandonaba el salón tan pronto veía que Morgan y yo nos poníamos en posición de amamantar. Mi padre bajaba la cabeza y se inquietaba cuando oía la palabra amamantar. Mi hermana me miraba con incredulidad, el desdeño y el asesoramiento que sólo una joven de dieciocho años puede mostrar y decía, “No vas a amamantar aquí, o si?”. Sonriendo dulcemente, mi mejor amiga me dijo que a pesar que ella debía amamantar, nunca lo haría con otras personas cerca.

A pesar de los retos, continué amamantando discretamente en público. No tenía ninguna necesidad particular de decir a nadie mi punto de vista hasta un catastrófico día cuando “el público” tiró un balde de agua fría en mi confianza. Mi madre, mi hermana y yo estábamos de compra en un centro comercial cuando a Morgan le dio hambre. Me senté en un banco a amamantarlo, y mi hermana entró en pánico y convenció a mi madre para no presenciar ese espectáculo de lactancia. Se alejaron rápidamente hacia el otro extremo del centro comercial dejándonos solos. Entonces una familia se nos acercó. “Mira, mamá” dijo la niñita. “Ves al bebé? Es un bebé”. La mamá miró hacía donde la pequeña señalaba y sonrió cuando nos vió a Morgan y a mí. Después de mirarnos unos segundos, se dio cuenta que estábamos amamantando. Su expresión cambió. Asió a su hija de la mano, empujando a su esposo y su hijo delante de ella y murmuró furiosa “No le mires, está amamantando”.

Me sentí humillada, turbada, triste, furiosa e incomprendida. Quería desaparecer. Gritar, “Solo estoy amamantando a mi bebé. Estoy haciendo lo que creo es mejor para él. No es una cosa desagradable pervertida; está obteniendo la mejor comida que es posible encontrar para él, y además estamos fortaleciendo un hermoso y cercano vínculo en el proceso.

Me di cuenta que hay mucha gente que no entiende nada de la lactancia, gente que no entiende que es la mejor fuente de nutrición posible para el bebé. Me di cuenta que el cuarto de atrás tiene seguidores entusiastas que tal vez no han oído del grupo de madres y bebés que están desafiando la furia pública para hacer lo que creen es mejor. Me di cuenta que quería que nuestro equipo ganara.

Habiendo conquistado esta maravillosa experiencia de maternidad y lactancia, yo deseaba educar a todas aquellas personas que están en contra de la lactancia en público. Quisiera decirles a todas aquellas madres, suegras, papás, suegros y el resto de los miembros de la familia y amigos que entiendo su conformidad y confusión. Quiero decirles por qué creo que el planteamiento “la lactancia es mejor en privado”, es una posición muy cerrada. Quiero decirles que “el cuarto de atrás” no es el mejor sitio para las madres y sus bebés; que necesitamos estar fuera amamantando discretamente, no solo para nuestra propia tranquilidad y sensatez, sino también para educar al público.

Recientemente, en la Florida fue aprobada una legislación que permite amamantar en público. Una parte mía se alegró de la aprobación. La otra parte se pregunta por qué este acto tan natural tiene que estar protegido por la ley. Las madres deben ser capaces de amamantar a sus bebés a cualquier hora y en cualquier lugar.

Por supuesto, que sonrojada y personas como ellas van a seguir escribiendo cartas acerca de parientes inmodestas. Sus cartas serán publicadas y el equipo del “cuarto de atrás” victoreará.

Pero las exclamaciones no serán tan fuertes como han sido hasta ahora. Después de todo yo me uní al otro equipo.

Recomendaciones para amamantar discretamente:

  • Blusas amplias usadas sueltas, pantalones o bermudas, permiten al bebé prenderse y amamantar sin exponer nada.
  • Desabotonar la blusa de abajo hacia arriba.
  • Use una cobija ligera y algo grande o un pañal para dar más cubrimiento cuando el bebé se está prendiendo o cambiando de lado.
  • Pida ayuda a su esposo o una amiga para que se paren frente a usted o la cubran con una manta, mientras el bebé se prende.
  • Voltéese de espaldas al grupo mientras el bebé se prende. Luego únase al grupo de nuevo.
  • Una camiseta delgada con huecos en el sitio de los senos, y usada bajo la blusa, ayuda a la madre y al bebé a mantenerse abrigados y discretos.
  • Cuando se desee privacía total, escoja una alcoba o un vestidor en lugar de un baño.